¡Pobre mi madre querida,
qué de disgustos le daba!
¡Cuántas veces, escondida,
llorando lo más sentida,
en un rincón la encontraba!
Que yo mismo al contemplarla,
el llanto no reprimía.
Luego venía a conformarla,
en un beso al abrazarla,
cuando el perdón le pedía.
¿Por qué con ella tenemos
un corazón tan ingrato?
Qué poco caso le hacemos,
siendo que el ser le debemos
¿Para qué darle un mal rato?
Si es la madre en este mundo
la única que nos perdona;
con sentimiento profundo,
sale amor y no abandona.
compositores: Carlos Gardel
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