¿Adónde te irás volando por esos cielos,
brasita negra que lustra la oscuridad?
Detrás de tu vuelo errante mis ojos gozan
¡la inmensidad...la inmensidad!
Veleros de las tormentas se van las nubes,
en surcos de luz dorada se pone el sol;
y como sílabas negras, las golondrinas...
¡dicen adiós...dicen adiós...!
Vuela,vuela,vuela,golondrina,
vuelve del más allá.
Vuelve desde el fondo de la vida
sobre la luz, cruzando el mar...
¡cruzando el mar!
Un cielo de barriletes tiene la tarde;
el viento en las arboledas cantando va
y desandando los días mi pensamiento
¡también se va...también se va...!
Cuando se acorten los días junto a mi sombra
y en mi alma caiga sangrando el atardecer,
yo levantaré los ojos pidiendo al cielo
¡volverte a ver...volverte a ver...!
Amo las golondrinas
porque son como mi alma
fugaces visitantes de lo desconocido.
Aparecen de pronto,
cuando la primavera en el aire
decide la derrota del frío.
Me traen de los cielos remotos de la tierra
la nostalgia despacio
y el ansía de infinito
con que mi sangre
viene venciéndola a la muerte
y afirmando la vida
a través de los siglos.
Las veo,
entre celajes de nubes ampulosas
que copia en el espejo de las aguas el río,
festejar la tormenta que presienten
volando al ras del agua
ebrias de librar su instinto.
Porque son como flechas del arco iris
jugando en el azul abierto
su secreto destino.
Yo creo,
que a mi vienen
desde el fondo del tiempo
para que no me olvide
de mi origen divino.
compositores: EDUARDO LLAMIL FALU, JAIME DAVALOS
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